Todos lo hemos vivido. Alguien se acerca y empieza con ese tono particular: “No sabes lo que pasó…” Y sin darte cuenta, ya dejaste el celular, cerraste la laptop y estás prestando toda tu atención. ¿Por qué? Porque el ser humano está programado para amar las historias. Y si tienen emoción, conflicto, personajes y un giro inesperado… mejor. En otras palabras: nos encanta el chisme.
Y spoiler alert: ese mismo mecanismo que hace que te atrape un buen chisme, es el que usan las marcas cuando hacen buen storytelling.
¿Qué tienen en común el chisme y el storytelling?
Personajes con personalidad
En el chisme hay protagonistas: “la del tercer piso”, “el jefe”, “la amiga de la amiga”. En el storytelling, también. Las marcas que cuentan historias memorables tienen personajes (clientes, fundadores, trabajadores) que nos generan empatía o curiosidad.
Conflicto y tensión
“El novio la dejó por otra”, “casi pierde el trabajo por un mail”… ¿Te suena? El conflicto es el alma de toda historia, y lo mismo aplica en el marketing: no hay narrativa sin un problema que resolver.
Giros inesperados
Un buen chisme siempre sorprende. Igual que un buen storytelling: debe enganchar, romper expectativas, dejarte pensando.
Emoción, emoción y más emoción
Nos quedamos pegados al chisme porque despierta emociones: risa, indignación, sorpresa, tristeza. El storytelling efectivo hace lo mismo. Las marcas que emocionan, venden.
¿Qué pueden aprender las marcas del arte del chisme?
Habla como la gente habla.
Nada de lenguaje robótico. Usa un tono cercano, humano, natural.
No cuentes productos, cuenta historias.
En vez de decir “nuestra crema hidrata”, mejor: “Ana tenía la piel reseca por el estrés y el clima… hasta que probó esta crema”.
Deja un cliffhanger.
El “¿y qué pasó después?” es poderoso. Una historia que invita a seguir leyendo o viendo, ¡es oro puro!
El chisme no es solo un pasatiempo de oficina o de reunión familiar. Es una lección viva de cómo contar historias que capturan atención, despiertan emoción y se quedan en la memoria. Si las marcas aprendieran a contar historias como se cuenta un buen chisme, conectarían mucho más con su audiencia.
Así que ya sabes: la próxima vez que alguien te cuente un chisme… escúchalo con atención. Podrías estar frente al mejor curso práctico de storytelling.